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martes, 1 de mayo de 2007

Al borde de los precipicios.

Por Luis Hernández Serrano


Los desgarramientos y alegrías en tierra paquistaní de los integrantes del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, fueron vivenciados durante más de seis meses por nuestro colega Roberto Suárez Piñón."AL lugar donde estábamos llegó un hombre de respiración agitada, en busca de un médico para atender a su esposa"."Enseguida dos médicos cubanos partieron hacia el lugar donde se encontraba la paciente. Su vivienda estaba en un sitio cercano denominado Síngola, pero estuvimos subiendo trillos a través de las lomas durante más de 45 minutos. Casi toda la familia vomitaba sangre por padecer de tuberculosis".Así inicia el relato de sus anécdotas, el joven fotorreportero Roberto Suárez, quien estuvo durante seis meses y siete días con dos cámaras al hombro, en zonas de Paquistán azotadas por el terremoto de octubre de 2005, sorteando montañas y precipicios; primero con un frío que congelaba el aliento, y por último con un calor de 40 grados a la sombra.La esposa de aquel atormentado paquistaní tenía un principio de aborto y aquello obedecía a la tremenda pobreza en que todos vivían, en una casa hecha con fango, piedras superpuestas, techo de hierba y algunas tablas podridas."Cosas como esa nos golpearon fuertemente en Paquistán casi todo el tiempo. También, la situación de un niño que se había caído dentro de un pozo y había sufrido la fractura de la columna vertebral. Esa fue una de las experiencias que más me impactó durante mi estancia allí."Recuerdo el caso de una niña sin zapatos, sentada a la entrada de una casa de campaña, con temor en sus ojos, en un campamento de damnificados por el terremoto. También el del pequeño aquel que en medio de un derrumbe, sentado, pero con las manos en gesto de impotencia y desesperación, me miraba como asombrado, en la localidad de Balakot, al norte".Roberto nos confiesa que tales experiencias lo marcaron profundamente como ser humano y como profesional."De mis vivencias como reportero gráfico puedo decirte que lo más llamativo fue precisamente la gente y su modo de vida tan distinto al nuestro. Solo el que ha podido estudiar tiene un sentido distinto de la vida y se comporta de un modo más natural".El grupo en que Suárez se movió por las montañas paquistaníes estuvo integrado por Aina M. Lotti, periodista del semanario Trabajadores, Noel Otaño y Erick Llanes, periodista y camarógrafo de la Televisión Cubana, respectivamente, y el chofer Multaf.Niños sin llanto en medio del drama"Recorrí gran parte del norte, Mansehra y Balakot, este último sitio el más destruido de todos por el terremoto, un lugar completo donde solo quedaron unas cuatro o cinco casas. Y anduve también por Abbottabad, Bassián, Murree y Muzaffarabad, en la famosa Cachemira".Pudo apreciar de cerca el dolor y el sufrimiento de gente de distintas edades, pero sobre todo el de niños huérfanos pidiendo ayuda."Claro que son niños muy fuertes, que rodeados del drama y de la angustia, no lloran fácilmente. Susto al borde de los abismosEn uno de los viajes al norte, rumbo al campamento de Jared, caían las piedras y pasaron un buen susto, pues había una zona desplomada que bloqueaba el camino."Tuvimos que pasar muy rápido, pues caían piedras de lo alto de la montaña, hasta que se atascó el vehículo. Con mucho cuidado, al borde del precipicio, lo empujamos y pudimos pasar al fin. El viaje aquel duró como seis horas".Relata que esto pudiera parecer muy fácil, pero hay que ver que se transita bordeando lomas por curvas muy peligrosas, cerradas y con el precipicio a la derecha todo el tiempo, preparado para tragarse cualquier cosa que resbale y caiga."Nos advirtieron que no debíamos seguir, porque estaban rodando piedras enormes. No obstante, seguimos al poco rato a pie".En esa dura travesía tuvieron la colaboración de un paquistaní que venía atravesando lomas con una linterna, porque se fue oscureciendo todo y llegaron al campamento de noche, con el corazón en las manos. Otros jeep no se atrevieron a continuar y se fueron."Esa fue una decisión impensada realmente, porque tuvimos que brincar algunos puntos peligrosísimos en los que si fallabas, te perdías en el aire, loma abajo, sin remedio, pero a veces la mala suerte respeta al atrevimiento. ¡Eso fue lo que pasó!".Poco después vendría otro susto, cuando en otro punto de una elevadísima montaña, tuvieron un inesperado e insólito accidente de tránsito.Iban por una de aquellas carreteras de dos vías, en una pequeña guagua, a la altura de un abrupto lugar llamado Murre, lleno de curvas muy cerradas, sin visibilidad alguna. "Regresábamos de hacer uno de los tantos reportajes de nuestra estancia allá y la sorpresa tuvo lugar en una curva en forma de 'U'. Un jeep que transitaba por nuestra propia senda chocó de frente con nosotros. Por suerte venía despacio. ¡Pudimos caernos al vacío con guagua y todo! Y uno de los paquistaníes del jeep se hirió en la frente. Traían a personas que regresaban de las lomas más lejanas. Recuerdo a varias niñas llorando del susto. Dos horas estuvimos allí. El chofer que provocó el accidente estaba muy apenado con nosotros".En Paquistán, en otra oportunidad, el grupo de Roberto también se graduó en sortear circunstancias difíciles, como acostumbran a hacer los propios médicos y el personal paramédico. Fue una tarde en que el vehículo en que viajaban se atascó en un río, por la zona de Balakot."Había que cruzar tres ríos diferentes. Aclaro que no un mismo río por tres vados distintos, como a veces hemos hecho en Cuba, no. El puente estaba roto por el terremoto y no era posible otra ruta que atravesar el agua. Afortunadamente no eran vados profundos. Lo malo era el agua congelada que bajaba de las montañas de nieve que se iban derritiendo cuando el calor empezaba a apretar. Tuve que bajarme y meterme en el agua helada y empujar el carro. Así fue que pudimos salir".Recuerda Roberto que Alina, la colega de Trabajadores, se quedó dentro del vehículo, tensa y preocupada. Llegaron al campamento y empezó a llover de tal modo que no pudieron regresar debido a la intensidad de las lluvias. Allí se quedaron dos noches, y al regreso pudieron pasar porque aplicaron la estrategia de repletar el vehículo de gente y como pesaba más, su tracción era mayor. Pasaron sin problema.¡No problem, no problem!"Uno de los reportajes que más me impresionó personalmente fue el de una operación de cadera a un hombre paquistaní, que trajeron en un viaje durante varios días en tren, quejándose de dolores y malestares. Fui testigo de varias operaciones, pero aquella me zarandeó. Hubo que abrir al hombre aquel por un costado pero, gracias a la magia de la anestesia, no sintió nada y pronto estaba casi nuevo".Roberto no olvida el valor y el cariño del chofer a quien le tocó compartir azares con su grupo. "Multaf era como nuestros galenos, como hecho de otra cosa, muy arriesgado, audaz, responsable y lleno de un tremendo optimismo. No hablaba el español, pero, como su colega Nuralán, a todo decía "No problem, no problem". "Merece mencionarse en este breve recuento. Tiene seis hijos. Se sintió muy mal en medio del trabajo y no quiso irse. Pero durante el último mes hubo que operarlo pues tenía una piedra grande en la vesícula. Lo operaron los médicos cubanos, por supuesto, pues no le hubieran alcanzado las 5 000 rupias que cobraba al mes como chofer. "Cuando recorrimos Muzaffarabad, la capital de la Cahemira, dormía en el propio carro, cuidándolo. Nada_ gente como él fueron auxiliados oportunamente por nuestros trabajadores de la salud, esos que fueron los verdaderos héroes, en unión de los paramédicos. Yo solo fui uno de los que dejó constancia fotográfica de esa noble misión cubana que nunca olvidaré".

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©Reno Massola
La Habana
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