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sábado, 2 de junio de 2007

La opinión

La foto informativa
por Juvenal Balán Neyra.

El primer documento fotográfico conocido fue logrado por el químico francés Nicéforo Niepce en 1822 y fue una mesa servida, la cual para reproducirla empleó 8 horas de exposición. Nació la fotografía y con ella la posibilidad de eternizar acontecimientos y personajes, perpetuar recuerdos y emociones.
Desde tiempos remotos el ser humano ha sentido la necesidad de registrar de forma gráfica, el mundo que le rodea. Recordemos nuestros antepasados convertidos en oscuros dibujantes quienes decoraban sus cuevas con el mundo y la realidad circundante.
El fotógrafo desde siglos pasados, siempre ha estado presente en los acontecimientos sociales. Este es un artista que se dedica a plasmar en el celuloide la belleza de cuanto le rodea, sin más pretensiones que esa: registrar para la historia hechos aislados que interesan a un grupo de personas.
En la actualidad, donde la fotografía aumentó su uso social con la introducción de las cámaras digitales, estas pretensiones aumentan más aún cuando en el mundo abundan ya los teléfonos celulares con la posibilidad de captar una imagen digital y desde el mismo transmitirla a cualquier parte del mundo.
El fotoperiodista por el contrario, trabaja para millones de personas porque es aquel que con los conocimientos técnicos necesarios y una cultura universal, es capaz de captar imágenes de interés general, trasladarlas al lector a través de las páginas de los medios impresos o por la gran red de redes y lograr por medio de la fotografía, informar sobre un acontecimiento noticioso determinado. Es el periodista que utiliza el lenguaje de la gráfica para expresarse.
La fotografía permite al lector regresar a la forma más natural de información: la visual.
El lector ya no es lector. No necesita leer nada. Ahora es espectador, lo que vivió el fotoperiodista lo está viendo con sus propios ojos. El también está presente en el escenario noticioso.
La fotografía periodística y en especial la foto informativa, es un medio visual que habla su propio lenguaje y ese lenguaje es universal. Lo que expresa una buena fotografía informativa no necesita que lo traduzcan, todo el mundo lo entiende.
No es lo mismo accionar el obturador para congelar una imagen dada, que registrar una noticia persiguiendo un fin determinado, interpretando con profundidad la misma de acuerdo a su desarrollo social, político y cultural.
El fotoperiodista cuando está en un escenario realizando su trabajo, tiene que ser muy cuidadoso en seleccionar el espacio de la realidad que está viviendo la cual quedará congelada e interpretada por sí mismo y después compartida por miles de lectores. Cuando nuestro ojo organiza visualmente el momento a fotografiar, debemos pensar que son los ojos de quienes recibirán nuestro mensaje gráfico. A ellos hay que transmitirle nuestras vivencias, impresiones, pero para despertar emociones en los demás con nuestras fotos, debemos comenzar por emocionarnos nosotros mismos ante la realidad que estamos interpretando.
La foto informativa puede transmitir un mensaje completo, con capacidad de expresión, de descripción y de información insuperables, a los cuales, a veces, la palabra no puede llegar. Una buena fotografía es más que una fugaz mirada a la realidad, porque es organización de la realidad por un cerebro humano.
La fotografía no debe ser solo bella, sino comunicar lo que se propone sin dejar, lugar a dudas. Para lograr este objetivo hay que ser inquieto en el escenario noticioso, siempre en la búsqueda de nuevos ángulos, explotando los primeros planos, darle dinamismo, buscando un lenguaje sencillo y directo para establecer la correcta comunicación con el receptor de nuestro mensaje gráfico.
La foto informativa debe poseer fuerza descriptiva, es decir, la facultad de llamar la atención por si misma, por sus cualidades técnicas y artísticas, por el uso adecuado de la luz y las sombras en interés del mensaje a transmitir y para lograrlo, hay que concentrarse en el tema a fotografiar, liberándolo de cosas superfluas que lo rodean y buscar el mayor detalle posible que permita que la imagen se exprese por sí sola.
Además debe englobar en el mensaje gráfico la mayor información posible que responda a las preguntas clásicas de ¿Qué?, ¿Quién?, ¿Cuándo?, ¿Cómo? Y ¿Dónde?
Lo primero que suele determinarse antes de apretar el obturador es el punto de vista, la posición de la cámara en relación con el sujeto en el momento de la exposición; la selección del objetivo a usar, así como el adecuado aprovechamiento de la luz en el escenario, nos referimos a la composición, que sin duda contribuye a un impacto más efectivo del mensaje gráfico.
Recordemos que una solución vertical genera sentimiento de dignidad, de potencia; mientras una composición horizontal nos sugiere sentimiento de calma y las diagonales en cambio aportan un efecto dinámico; pero ojo con el fondo y más aún cuando existen edificaciones.
Explotar los primeros planos utilizando los grandes angulares, acercando al visor el hecho noticioso y apretando el obturador en el momento preciso, así como buscar un detalle de la acción con un teleobjetivo hace mucho más llamativa e informativa a una foto que una vista general.
Henri Cartier-Bresson, uno de los grandes maestros de la fotografía en el siglo XX, cronista, pensador de imágenes que se convirtió en ojos, mente y corazón de toda la especie humana cuando creó un nuevo concepto de reportaje, aconsejaba olvidarse, olvidar el aparato, estar vivo, observar. Cuando hacía clic era porque sus neuronas ya habían dibujado en su cerebro la imagen perfecta. De esa forma reproducía la realidad este cronista.
La introducción de la tecnología digital en la fotografía ha revolucionado el mundo periodístico. En la actualidad una foto de un acontecimiento recorre el mundo en tiempo real. Con las posibilidades de las nuevas técnicas es importante que el fotoperiodista esté consciente de su papel ético y social en aras de ser fiel a la realidad, sin ningún vestigio de manipulación.
Los momentos son irrepetibles y los que enfrentamos la cotidianidad de la vida, cámara en mano, debemos estar prestos para que estos no nos sorprendan, siempre con la premisa de mirar y mirar bien para estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno y hacer clic en el instante preciso.
Si nos detenemos en la fotografía de prensa actual, junto a las fotos buenas, abundan mucho las de baja calidad que se caracterizan por:
Abuso del flash que provoca muecas en los rostros, ojos cerrados, “ojos de conejos”, fondos oscuros y sombras.
Se desaprovecha el potencial de la luz ambiental.
Facilismo y monotonía en los encuadres.
Se hacen fotos de lugares sin la presencia humana.
No se tiene en cuenta las relaciones de figura y fondo.
Imágenes estáticas cuando se requiere una foto dinámica, de acción o movimiento por el hecho en sí y el objetivo informativo.
Pobreza de imaginación a la hora de interpretar la realidad.
Malas fotos de entrevistas, donde no se corresponde el retrato psicológico con el entrevistado.
Divorcio entre las fotos y el objetivo o idea central del trabajo periodístico.
Si analizamos críticamente nuestro trabajo, hay que decir que algunos fotorreporteros van a una cobertura periodística y en los primeros minutos hacen las fotos y se van del lugar o simplemente se quedan como espectadores y se olvidan que la vida continúa, la noticia sigue viviendo, pero para ellos ya no tiene importancia. Estos profesionales miran y no ven, no se proyectan en la búsqueda y la creatividad y en muchos casos piensan que se la saben toda.
Otros asumen su profesión como un sentido de la vida y cuando hacen una cobertura periodística ponen en función todos sus sentidos en aras de diversificar la presentación de la noticia en un lenguaje gráfico, caracterizándose por la búsqueda, la creatividad y la originalidad, basada en sus composiciones, dominio de la técnica que posee y presentando ángulos novedosos donde prevalecen los primeros planos en sus fotos.
Desde que nuestras redacciones se vieron seriamente afectadas por los efectos del período especial en nuestro sector, el trabajo en equipo se ha ido perdiendo y nos hemos olvidado que es en la impresión donde concluye el trabajo periodístico, donde se conjugan varios lenguajes que unidos, inciden en la calidad y objetividad de la presentación de la noticia.
Analicemos. Todo parte del trabajo unido de redactor-fotorreportero, en primer orden intercambiando sobre el objetivo de trabajo, unificando criterios al respecto. Después inciden el criterio del diseñador-formatista y en particular el editor.
En los momentos actuales, escasean los diseñadores en nuestras redacciones y los jóvenes que cumplen esas funciones carecen de preparación académica que les permita interpretar y ejecutar los lenguajes gráficos del periodismo que favorezcan corresponderse con los códigos de comunicación emisor-receptor.
Los diseñadores-formatistas son los organizadores de la información periodística, hacen la codificación foto-texto, siendo decisivo en el logro de los objetivos informativos, por lo que su labor puede resaltar un trabajo mediocre o por el contrario, puede “matar” una buena cobertura.
En ello incide demasiado texto para el espacio que se tiene, provocando que en la mayoría de los casos las fotos publicadas sean las llamadas “sellos de correo”. Además que quienes ejecutan estas funciones en ocasiones no conocen y dominan el lenguaje fotográfico y de redacción, trabajando con fórmulas válidas en pocos casos y nulas en la mayoría. Sin duda, cuando los textos son extensos las que sufren los resultados son las fotos por los cortes desproporcionados y por los recursos que se utilizan, los que motivan que la foto publicada, diste mucho del trabajo realizado por el profesional que originó el producto informativo gráfico. Y en otras ocasiones, hay que llenar espacios y se dimensiona el tamaño de fotos planas.
La prisa: he ahí una de las razones más frecuente mencionadas como causa de que se haya ofrecido al lector, en periódicos y revistas, sobre todo en los primeros, una mala fotografía. El famoso horario de cierre sirve de apoyo a esta justificación.
Otro motivo: no había otra. Es decir a la famosa hora del cierre, o antes si se quiere, no había otra fotografía mejor y hubo que publicar la que salió, la mala.
Es de fulano o de zutano, es decir, de un compañero fotorreportero de bien ganada fama. Y eso sirve para “indultar” a la mala fotografía. ¿Por qué?
Hasta de tamaños o formas se habla a veces para explicar la publicación de una mala fotografía. Para el diseño y por la hora, necesitábamos una foto vertical o una horizontal y la que se ajustaba a esas características fue la que publicamos.
Parto de que una mala foto existe porque nosotros, quienes a diario trabajamos con las cámaras las hacemos. Cualquiera hace una mala foto, no siempre el tema de cobertura es motivo de buenas imágenes, pero en los lugares más trillados, menos activos desde el punto de vista gráfico, es donde debemos crecernos y hacer uso de nuestra creatividad. Lo imperdonable es que a la hora de seleccionar el conjunto fotográfico a presentar no tengamos un grupo de parámetros mínimos que nos permitan desechar lo malo, lo intrascendente.
Todo lo dicho puede discutirse hasta la saciedad pero, ¿ por qué no citar la comodidad, el facilismo, la debilidad como causas de que se publique una mala fotografía? Qué necesitados estamos en nuestros medios impresos de que exista el Editor Gráfico como defensor a ultranza de la imagen y sus códigos de comunicación en el lenguaje periodístico. Pensemos.

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©Reno Massola
La Habana
2007-2010