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sábado, 1 de marzo de 2008


La generación del 70 en la fotografía cubana fue un paso de transición para abrir el camino a la creación del movimiento artístico más importante de finales del siglo XX. Es a partir de los comienzos de los 80 que se rompieron todos los esquemas establecidos y se mantuvo vigente con fuerza durante todos esos años y continúa hasta principios del siglo XXI. Se rompieron tabúes y hubo una apertura en cuanto a criterios, conceptos y temas que hasta entonces nunca se pensó que pudieran retomarse.

Se puede afirmar que la fotografía cubana de los últimos veinticinco años se divide en dos grandes tendencias: la llamada fotografía conceptual (creativa, manipulada) y la fotografía documental (directa, testimonial). Aunque la producción se inclina mucho más hacia lo conceptual que hacia la documental. En la primera se observa un fuerte uso de los temas de autorretrato y desnudo, entremezclándose con símbolos y signos, también con lo irreal, lo surreal y las tendencias ambiguas y creencias afrocubanas.

A finales de 1970 irrumpió en la fotografía cubana la obra de Alfredo Sarabia, dando un vuelco temático y conceptual a lo que conocemos hoy como fotografía documental contemporánea, con seguidores como Raúl Cañibano, Cristóbal Herrera, Gonzo González y Giorgio López Viera, entre otros.

Sin embargo el fuerte binomio formado por Cañibano y Gonzo, persiste en imágenes sin rodeos y sin substerfugios del país donde residen, con sus aciertos y desaciertos, sus triunfos y sus errores, pero ante todo de su cubanía. Hay quienes los califican como seguidores de la obra de Sebastiao Salgado. Recorren el país espontáneamente buscando esa imagen autóctona, brusca, real, fuerte y perecedera del cubano simple y desconocido; aunque Gonzo, se enfrasca en el quehacer de la mujer en su medio como lo demuestra en su serie Fidelísima; en los jóvenes y niños, en sus series Maleconeros o La Edad de Oro, o se empecina en la búsqueda noticiosa durante el funeral de Alberto Korda.

A su vez Humberto Mayol, así como Rolando Pujol y Pedro Abascal consiguieron perseguir al ser humano, impulsado tal vez, por el oficio periodístico. Seleccionaron y tejieron con fino humor el instante preciso de una acción fotográfica espontánea y diáfana, sin llegar a lo grotesco, ajustándose a un humor sutil, elegante y al mismo tiempo muy cubano. Aunque a principios del siglo XXI Humberto toma como bandera una creatividad diferente, a partir de la imagen computarizada, manipulando sus obras anteriores o creando nuevas imágenes a partir de la moderna tecnología; y Abascal se perfila con una tendencia más rebuscada: hacia un manejo artificial de la imagen directa.

De los ochenta fueron los interiores y situaciones domésticas de René Peña, que a su vez a finales del siglo tuvo un vuelco total en su producción, donde mezcla la estética visual con los ritos afrocubanos, a través de autorretratos. Utiliza elementos referenciales a partir del negro de su piel con útiles blancos, jugando con ellos, aunque en algunos casos usa la ambigüedad.

Punto aparte merecen las obras, a finales de los noventa, de Marta María Pérez, Juan Carlos Alom, Cirenaica Moreira y Eduardo Hernández Santos al concebir sus series a partir de un examen conceptual, formal y estructuralmente diferente a todos los parámetros establecidos, pasando del expresionismo brutal al marcado erotismo, con fuertes elementos místicos afrocubanos, en los dos primeros; pero entre todos tienen tendencias de experimentos plásticos y cierta escenificación teatral, aunque diferenciadas entre sí. Marta María fue la pionera del nuevo desnudo en Cuba, a finales de los ochenta, cuando el tema estaba espoliado en la plástica cubana.

Las imágenes de Eduardo Hernández son la más alta expresión escenográfica, en cuanto a fotografía se refiere. Centra su atención únicamente en la desnudez del hombre, y hace recordar, en algunos casos, imágenes helenísticas o romanas, pero todas ellas están plagadas de sensualidad homo erótica, creando imágenes únicas e irrepetibles. En algunos casos utiliza elementos externos de apoyatura como el metal y el cristal para dar sentido de volumen a las piezas bidimensionales, o dibujando algún rasgo que lo reafirme más.

Yamila Lomba es otra de las mujeres que se han destacado en la fotografía, en Cuba; aunque proviene del periodismo, su obra autoral se ha especializado en el manejo del desnudo a color, yuxtaponiendo imágenes a partir de ideas pre-elaboradas concretamente, creando cuerpos extraterrestres o inexistentes, con un sentido surrealista. Sus obras son creaciones únicas e identificativas con ella.

De los más jóvenes exponentes del Fondo Cubano de la Imagen Fotográfica y puntales en la generación que se avecina, son las imágenes de Leisis Elisa Cordoví, Nadalito, Leysis Quesada y Lissette Solórzano. La primera se centra en autorretratos en blanco y negro, buscando las nuevas tendencias que circundan el universo visual. Se proyecta hacia lenguajes ricos en símbolos y significados que la ponen al nivel y escala de lo más nuevo de la producción cubana, al igual que Nadalito. Sin embargo éste último no empezó realizando autorretr
atos ni símbolos. Comenzó haciendo fotografía de reportaje a color, con énfasis en el tratamiento de temas intrascendentes e íntimos, vinculados a sucesos personales. Siendo todo lo contrario del resto de los artistas que le han precedido. Sin embargo su temperamento hiperquinético junto al desarrollo técnico y espiritual lo han llevado a un desenvolvimiento plástico evolutivo. Series como Surcos del tiempo o Lecturas fotográficas, dividida en subseries que presenta por medio del uso del graffitis, con manipulación del negativo a partir de rayaduras y tratamiento pictórico a la emulsión, sugiere puntos a analizar por el público expectador. Su obra en general marca un tratamiento diferente y original a lo que al parecer viene desarrollándose esta nueva oleada en la fotografía contemporánea cubana. Últimamente su trabajo viene dado por el tratamiento de lo digital sumamente marcado.


Otros nombres como Alfredo Ramos, Ernesto Javier Fernández, Alina Isabel, Arles Iglesias, Niurka Barroso, María Cienfuegos y Alejandro González junto a un grupo de pintores que siguiendo el camino trazado anteriormente por Arturo Cuenca y José Manuel Fors asumen la fotografía como medio de expresión como Yaniel Montero de Camagüey, Alain Pino, Deborah Nofret, Antonio Gómez Margolles, Jacqueline Zerquera, Litzie Alvisa, Glenda León, Elsa Mora, Yoana Yelín y Sandra Ramos son nombres que enriquecen la plástica cubana y en especial la fotografía de principios del siglo XXI.

“Lo real maravilloso” carpenteriano, de esta joven fotografía, radica en la utilización de diversos estilos fotográficos (interiores, desnudos, paisajes urbanos, personajes callejeros, retratos, naturalezas muertas, manipulaciones y hechos testimoniales). En todo ello se puede observar un juego magistral de luz y sombras y, por supuesto, una elevada técnica de impresión, aunque haciendo más énfasis en el retrato ambiental, pero muy especialmente en el desnudo y utiliza mucho la composición escenográfica. Su mirada es más franca, tajante, y provocadora. En algunos casos con cierta ambigüedad, pero en todos se encuentran originales propuestas de fino sentido plástico, sin copiar las tendencias pictóricas.

Es en este período donde se da a conocer una radical transformación a diferencia de la generación anterior: hacia variadas filosofías, en busca de un nuevo héroe y con una nueva poética, que está dando un vuelco total a lo ya reconocido hasta entonces.

Muchos autores, anteriores a estas décadas siguen activos y algunos de ellos utilizan el color, para su proyección. Tal vez por la influencia de que solamente se venden materiales a color (por ser el más utilizado en turismo, por tener más demanda y por ser el más solicitado para la publicidad y la fotografía comercial). Aunque la mayoría añoran al Blanco y Negro porque lo consideran más creativo.

En lo que va del siglo XXI podemos asegurar que de las dos expresiones con que se manifiesta la fotografía cubana (la asumida directamente y la influenciada con formación pictórica), sigue siendo la directa la más predominante por haber incorporado visiones más reflexivas.

Hay quienes plantean que la fotografía documental y la de prensa en Cuba prácticamente ya no existe. No se puede ser tan concreto en esta afirmación. El problema es que esa fotografía tuvo un volcán arrebatador en la década de los 60, que marcó pauta y estilo muy particular, creando escuela. También compite contra ella que la mayor parte de la producción de hoy en día se basa en otros conceptos y puntos de vistas más creativos (menos periodísticos) influenciado por las tendencias y gustos de la fotografía occidental. Pero se puede comprobar en las muestras de fotografía contemporánea cubana que circulan por el mundo, que todavía hay fotografía cubana para rato, donde cada vez surgen nuevos exponentes y tendencias de vanguardia.

En algunos casos son, inclusive egresados de las escuelas de pintura y que se dedican única y exclusivamente a la fotografía y en otros casos son individuos solitarios y de formación autodidacta que emergen de la necesidad de expresarse o tal vez, influenciados por el empuje arrebatador del Fondo Cubano de la Imagen Fotográfica, que los anima a estudiar, pero con una fuerza creativa tal que arrastra y descontrola, todos los parámetros pre-establecidos.

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©Reno Massola
La Habana
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