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sábado, 1 de marzo de 2008

Su precedente. Cuatro perspectivas. Una intención.

Alejandro Artalejo Taquechel
Profesor del Instituto Superior de Diseño Industrial


El cuerpo desnudo constituye siempre un objeto sexual por delicadamente que se presente. En las artes plásticas la búsqueda desde y con el cuerpo marca sus orígenes casi
a la par del comienzo del propio arte. Ya en la fotografía por su calidad de representar escenas reales, el trabajo con el cuerpo ha necesitado una incesante búsqueda en cuanto a conceptos y formas, evitando caer en la monotonía, y siempre con el peligro de sucumbir ante lo grotesco o de mal gusto. En Cuba, las artes en general -exceptuando las propias de nuestros aborígenes- comienzan un poco después que en el llamado viejo continente, lo que no ocurre con la fotografía, la cual se descubre aquí apenas un año después de la primera imagen fotográfica lograda, teniendo en cuenta que para muchos es el 25 de enero de 1839 el día que marca el nacimiento de la fotografía, y según reportes “la presencia de la fotografía en Cuba datan del año 1840 cuando el norteamericano G. Washington Halsey presenta a la sociedad habanera el invento de Daguerre” 1.

Otro aspecto importante es el relacionado con los propios límites que se impone (o que puede imponerse) el propio fotógrafo con su interés de expresión o tal vez con la simbiosis muestra visual-espectador lo cual no deja de componer una barrera y por lo tanto frena el desarrollo de un arte no solo visual, sino también, fundamentalmente social y me atrevo a decir además antropológico.

No obstante, ya en la década del veinte podemos encontrar a quien hoy se considera cátedra del trabajo fotográfico con el cuerpo en Cuba. Su nombre: Joaquín Blez Marcé (1886-1974). Conocido como el fotógrafo del mundo elegante, Blez mantiene su discurso entre la sutileza de cuerpos perfectamente moldeados en medio de elementos que resaltan el contraste de la piel de las modelos con el fondo y crea además texturas que permiten el trabajo con la luz. Tal vez influenciado debido a sus viajes por Europa, donde podemos encontrarnos a la temprana fecha de 1913 fotógrafos como el Checo, Frantisek Drtikol (1883-1961) reconocido por sus imágenes simbólicas y modernistas, Blez se distingue por mostrarnos una mujer que existe para ser mirada, creando una complicidad motivo-espectador donde la imagen femenina gana en sensualidad, conservando y haciendo galas siempre de sus aspectos mas denominativos. Si bien es Blez pionero del trabajo con el cuerpo en Cuba sus obras marcan ya estilo propio, y aunque desde él se inicie este tema y sus imágenes conserven una factura propia del trabajo artístico de inicios de siglo, podemos ver madurez de conceptos y sobre todo la base bien cimentada donde se apoya el grueso espectro de nuestro trabajo actual. No por gusto dos de los grandes artistas de la fotografía cubana contemporánea, Abigail González y Cirenaica Moreira han dejado desde temprano sus homenajes al maestro.

Tal vez uno de los mas vinculados al cuerpo desnudo en nuestra fotografía sea el matancero Abigail González (1964) quien gusta de llevar sus imágenes hasta un punto donde el espectador podría dudar si se encuentra ante trabajo por tan gráfico naturalmente inocente o simplemente frente al hilo transparente que marca el inicio de lo pornográfico. Abigail logra tocar, como todo buen cubano los dos extremos de su trabajo, así podemos ver imágenes donde consigue transformar obras ya clásicas en la historia del arte, en su visión eternamente erótica y mas tarde fotografías donde una pareja se olvida que se encuentra frente al lente de un cazador y se entrega totalmente al Eros del momento. En estas fotografías Abigail utiliza velocidades de obturación lo suficientemente lentas como para crear una atmósfera de movimiento, lo que por un lado limita al espectador de todos los detalles de la escena, pero a la vez convierte a las fotografías en cortos espacios de tiempo donde podemos ver mas que una acción su continuidad así como seguir imagen tras imagen, y ubicarnos entonces en quien mira, y en quien solo está ahí para hacerlo, lo que por contraposición hace que sus modelos, al igual que los de Blez existan para ser observados, y mas que eso, que te lo pidan, algo que no siempre se pone de manifiesto por muy contradictorio que parezca. En otras ocasiones el motivo solo está detenido, como sorprendido en su espacio, donde el artista llegó y disparó y en ocasiones la modelo aparenta no haber notado la intromisión del extraño.

Hablamos ya de los extremos en la obra de Abigail, ahora me referiré a una serie que pienso coquetea con ese indefinible lugar que ni muy allá ni muy acá... Tarjetas de visita (1998). En esta serie las lecturas podrían ir desde una intención figurativa moderna hasta una representación descarnada de jóvenes en el multi-erótico espacio de su intimidad. Se puede pensar al igual que en casos anteriores en quienes existen para los caprichos visuales del espectador, en quien te regala su cuerpo o simplemente te muestra –sin razón aparente, de no ser por tan sugerente titulo- sus encantos solo para complacer esa necesidad de culto a la personalidad, transformada en culto a lo material, representada en las zonas mas impúdicas de sus cuerpos, y ante tu frustración de no poder devolverle tu imagen. Pero aquí también podemos ver a quien se regodea mirándose, quien descubre frente a si, un espejo y se detiene en mostrarse, convirtiendo entonces al espectador en ese voyeur que se aprovecha para ver, y que disfruta con pensar que está siendo observado a su vez por la joven en cuestión. Sabemos que para lograr la foto la modelo mira a la cámara, por lo tanto te mira a ti que estás ahora frente a ella. Pero no, la modelo se mira y te utiliza a ti como elemento para apoyar su conciencia en ese hecho. En ningún caso se pierde la identidad del sujeto, en todo momento se cumple la máxima “Conócete a ti mismo”.

Por otro lado encontramos la obra de Eduardo Hernández (1966) “reconocido como uno de los artistas claves de la estética gay en el arte cubano contemporáneo” 2 quien es de los pocos que apuesta por un desnudo masculino y por una imagen nada sutil ni espontánea. En sus trabajos podemos apreciar cierta tendencia al consumo de una condición hasta hace poco marginada, y que aun permanece a expensas de reacciones negativas, donde el ser se convierte en objeto y se usa tal vez como forma de desahogo. Eduardo los encierra, los amarra, les crea un sin número de barreras con su propia necesidad de decir, siendo solo el artista el que se expresa o dejando que ellos lo hagan pero siempre mediante él. Entonces Eduardo se siente como su protector, como su guía, él marca el camino, sus modelos se limitan solo a caminarlo y esta condición los aparta de su capacidad de ser.

Otro caso significativo es la obra de René Peña (1957) Considerado uno de los mayores exponentes de la Fotografía Cubana Contemporánea, Peña ha enfocado su trabajo (o gran parte de este) al cuerpo masculino, pero no solo con una connotación sexual, sino también socialmente marcada desde un punto racial que va desde la consolidación –imagen mediante- de estereotipos donde el negro aparece como un símbolo sexual hasta el concepto desgarrador donde podemos apreciar la fuerte lucha contra la tan marcada marginalidad de género, aspecto en el que Peña se apoya para lanzar su discurso y descubrir cortinas aparentemente eliminadas ya.

En sus trabajos el elemento blanco es utilizado como contraparte para su intención de resaltar todo ese ámbito en el que su obra nos sumerge. Utiliza imágenes que llenan todo en encuadre, aprovechando hasta el final cada espacio para emitir su criterio, para golpear con su critica que de no ser tan segura llegaría a parecer masoquista. También se auto define como parte del mundo que defiende, o al menos como razón de su trabajo al aparecer continuamente él en sus fotografías. Es justamente esta su intención, la búsqueda debe partir de nosotros mismos, recorrer todo lo posible y finalmente llegar al punto de partida, para volver a empezar. Ya sea una bayoneta a modo de falo-discurso, un “algo” que echa las cartas o simplemente un hombre, camisa abierta y rostro cortado a ras del extremo superior de la imagen, lo que distingue a este artista es su capacidad de transmitir no únicamente lo que percibe, cuando muchas veces a pesar de ser solo la punta del iceberg lleve consigo la inmensidad de un trabajo eterno.

Trabajo eterno lo constituye la obra de Cirenaica Moreira (1969) Aquí la mujer deja de ser el objeto fotografiado para convertirse en hacedora de mundos, aunque esto no quiere decir que no sea ella quien aparezca en sus imágenes. Cirenaica en su condición de actriz de teatro recrea todo un mundo a través de sus escenografías y sus ideas espaciadas donde la mujer es no solo centro sino también cimiento de cada una de sus intenciones. En un inicio cuando no era precisamente ella quien apretaba el obturador de la cámara encargada de congelar su espacio mágico, podemos constatar la existencia de proyectos encaminados hacia lo instalativo, pero que sería mostrado de forma bidimensional. Entonces volvía a ser actriz y centraba sus ideas hacia un escenario propio, donde la creación iba mas allá de la necesidad de expresión, y donde la expresión era tan universal como puede serlo solo Cirenaica, aunque para nosotros sus planteamientos sean siempre con un enfoque nacional, con una mirada digna del concepto de patria. Sus fotos hablan de utopías, también laceran en esos momentos que la verdad mas cruda es inaceptable, pero no es ella quien hiere, ella solo muestra, deja ver lo existente, el resto depende de cada uno de sus espectadores, de lo que sepamos tomar y de nuestra capacidad de aceptación, no se trata solo de observarlo todo y retener lo bueno, se trata de comprender que en su obra podrán existir aún lagunas inexploradas –Cirenaica es joven- pero de que los temas ya planteados son tan de adentro que es precisamente por esta cualidad que al que vive para expresarse, sea cual sea el medio, en ocasiones se le llame artista.

1 Grethel Morell Otero. El cuerpo y la fotografía: con los ojos de Narciso. Revista Revolución y Cultura 2/2004. Pág. 31.

2 Pulsiones. Fotografía Cubana Contemporánea. 2003. Pág. 9.

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©Reno Massola
La Habana
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