las mentes brillantes manejan ideas...las mentes corrientes hablan de actualidades... las mentes mediocres hablan de los demás

martes, 16 de marzo de 2010


por LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ tomado de Granma


PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Cuando casi en la medianoche del 13 de enero me avisaron que en unas horas saldría para Haití, sentí miedo, miedo de lo que me esperaba, miedo de dejar mi paz, mi familia, mi Cuba... para viajar al infierno de este mundo. Estaba por concluir la jornada en el periódico. Pero por esos imprevistos que se agazapan con frecuencia en la vida de los periodistas, esa noche no regresé a casa a descansar, sino para echar en la mochila lo imprescindible y decir adiós. Solo una frase pudo traer la calma a esa hora: "Juvenal Balán será tu fotógrafo, tu compañero".Entonces tenía asegurado lo más importante: la certeza de un profesional del lente, que más que fotógrafo era un amigo. Al Juve aquella noche se le juntaron dos preocupaciones: La de hacer otra de las coberturas más difíciles de su historia en el periodismo, que ya suma muchos años, y la de cuidar a la recién graduada que salía por vez primera a escribir de una tragedia.


Hoy creo que las dos misiones del Juve, el fotógrafo que me cuida y da aliento cuando las fuerzas fallan, están bien cumplidas.No podía ser de otra forma. La seguridad que transmitieron sus ojos cuando nos juntamos el 13 de enero, es la misma que he vivido todos estos días aquí, desde aquellos momentos en que la tierra no paraba de sacudirse y los muertos se acumulaban en la calle, hasta las horas en que la nostalgia por el hogar y la familia ahogan. Pero el Juve siempre tiene una respuesta: "No te preocupes más. Todo saldrá bien". Y es que este fotógrafo me ha dado una de las mejores lecciones de mi vida periodística. A la vera de él aprendí que en situaciones extremas como las vividas en Haití, vale más una mano protectora que una tremenda foto. Aunque, he de decirlo, el Juve sabe hacer bien las dos cosas.

Para Juvenal Balán, cuyo lente vivió la guerra de Angola, el tsunami en la isla de Sumatra y el terremoto de Pakistán, las imágenes de Puerto Príncipe superan cualquier otra tragedia fotografiada. Sin que me lo haya dicho, sé cuáles son las fotos que más le han llegado al corazón, al alma.

Ahí están la del pequeño encontrado entre escombros y que moría, mientras los médicos cubanos hacían lo imposible por salvarlo; la del bulto de cadáveres hinchados y putrefactos; la del esqueleto carcomido por picotazos de gallinas; la del militar norteamericano que con desprecio vapuleaba a aquel haitiano; la del doctor que en un salón improvisado amputaba una pierna para salvar una vida.

Pudiera pensarse que quien se para frente a la tragedia para tomar una fotografía, cinco, diez... es insensible hasta los tuétanos. Sin embargo, quien escuche a Juvenal Balán hablar de la nietecita que dejó allá en Cuba luego de atrapar la angustia de los pequeños haitianos, no puede hacer más que reverenciar a un hombre que vive, y también sufre, la profesión que escogió. Por eso cuando la prensa cubana celebraba su día, casualmente un domingo de poco trabajo aquí, el Juve no podía estarse tranquilo. En ristre tenía su cámara para seguir fotografiando a Haití.

No hay comentarios.:

________________________________________
©Reno Massola
La Habana
2007-2010